martes, 9 de noviembre de 2010

XXIII

Otro parque, otra mujer, otra historia. Esta vez, un texto (un poco) más verídico.

La sonrisa

Tus ojos marrón claro me miran, incoherentes, tristes, cazan caricias en el aire. No hay lugar para aceptar la verdad, todavía. Tratá de no pensar tanto, tratá de olvidar esas lagrimas. Te torturás con recuerdos, me torturas con tu tristeza y yo… ¿qué puedo decir? Es en vano que me sigás hablando de sueños muertos y de charlas pasadas, aceptá que todo terminó. Aceptá que hay otros brazos que te pueden esperar, otros labios que te pueden hacer olvidar, todo un nuevo mundo por descubrir.
Mis dedos caminan una eternidad y buscan los tuyos, los ruidos que nos rodean se van apagando. Flotamos y nos chocamos en un mundo paralelo, ficticio, frágil, temporal pero único. Olvidamos las palabras, buscamos los gestos olvidados, marcamos un itinerario que nunca se hará, tu sonrisa empapela mis ojos y mis labios buscan decirte que todo puede cambiar.
El tiempo, siempre el tiempo, bombardea nuestro santuario de cristal. Chau nirvana, chau séptimo cielo. No te atreves, no me atrevo y nada cambia. El tiempo nos hizo recordar eso. Ahora retornamos a los pasos de autómatas, a la maquinaria, al cementerio de penas y a la eterna repetición. Recordamos las palabras, olvidamos esos gestos, marcamos un itinerario solitario de por vida, tu adiós tortura mis oídos y mis labios tratan de decirte que no voy a olvidar esa sonrisa, jamás.

Nicolino
17/08/10