jueves, 19 de julio de 2012

XXXVI


Un poco de alergia mezclada con insomnio, Doyle y Bajtin revisitado.

Problema del gran tiempo

El límite a sus palabras pasa a ser el límite de mis acciones. Mi barrera defensiva se pone en mi contra y me hace tambalear entre monólogos de llantos y abrazos caninos. Acaricio cada recuerdo como si fuera lo último en lo que quisiera pensar antes de continuar la ficción de fingir olvidar. Una sensación sobre la que se ha escrito tanto, indefinible, devastadora, resurrecciones a la vuelta de la esquina. Me hundo en la bipolaridad mientras contemplo cenizas mojadas por lágrimas. Busco la atención de siempre en los mismos lugares errados, firmando rendiciones y bebiendo de mi credulidad infinita. La aguja diferente, apunta y marca, una gotita sube por mi brazo y se pierde en mis labios. Un sabor en el tacto que secuestra lo reciente y lo disuelve en almohadas que actúan llenas de ojos.
La relectura de un testamento en lugar y tiempo equivocados. Las pausas no hechas vuelven y pasan su factura, colectan su deuda torturando la inmortalidad anímica de un enamoramiento sutil. Borrar, borrar la empiria, limpiar las huellas, soy la escena andante de su crimen. Desincronizaciones de aquí y de allá, pequeñas prisiones de inseguridad y la levedad agraciada de nuestras deidades bohemias. La casa vuelve a ganar, los olvidados festejan mis deudas de siempre. Los artesanos me consuelan con recuerdos modificados mientras descanso de un laberinto ya explorado.
Los puntos de cierre me miran, exigen lo que no puedo darles. Provocar lo que no se sabrá controlar: un encuentro de simbiosis anhelada en pasillos finalísticos. Pisadas frescas y mucha niebla en mi tercer ojo para perseguir a la fugitiva que yo mismo creé.

Nicolino
19/07/12