jueves, 20 de octubre de 2011

XXVI

Este intento de texto en inglés salió volviendo a casa en una madrugada. La asociación con el tema de Agalloch me fue irresistible...

Nunca

I took her where the snow falls forever, she showed me the haunted woods
We gathered together in the oaken palace, free from both death and life
The fire blazed in her eyes one day and she tore the soul from my chest

She painted fire across the skyline II – John Haughm

A place you can’t show me

Something you can’t give me

A moment that has never died

Someone who lives in my dreams


What I seek is a cure

A shield for my soul

Some way to gather the pieces of my heart

Shattered in the sky


Her smile was the essence of time

Her eyes were two immortal stars

Her shoulder was the place for my tears

Her tears were taken by the wind


You must understand

You will never be like her

And I will never be the same

My past will always be my future


But I can’t even accept that…

She will never shine again in the sky

Nunca olvidaré la última luz de sus estrellas


Nicolino

10/10/10

XXV

Cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia.

Voz del sur

Una tarde oxidada de invierno me encontró vagando por una avenida de Boedo. No estaba solo, me acompañaba un ser de color chocolate. Una pureza sonora que hegemonizaba el ambiente se veía cortada por momentos por algún transeúnte o un rebelde caño de escape. Mi paso lento rivalizaba con el de mi acompañante, eternamente apurado en su rutina de vida, quién sólo posee una raison d'être basada en el hedonismo más puro. Los altercados entre ambos son usuales y más cuando uno de nosotros busca volver al hogar y el otro alejarse. Era placer para mis ojos observar cómo las ramas de los arboles que custodian la avenida se mecían de lado a lado por el frio viento del invierno, pese a que mi compañero disfrutaba de los árboles desde una perspectiva muy diferente a la mía.
Uno de los tantos silencios conversacionales se vio diluido por una melodía extraña, mejor dicho una voz extraña. Unos pies levitaban en la vereda de enfrente, intentaban acariciar las baldosas para sentir el frio escondido en los huecos de las pequeñas almas de piedra. Su voz era el motor de su vuelo, de su viaje abstracto y liberador pero, a la vez, el corte de mi pseudorutina urbana. Las ondas que ella creaba iban abriéndose paso en el desierto urbano, dando vuelta el sentido de las cosas, de mis dunas-ideas, de mi presente y de un futuro posiblemente negado. Su mirada perdida dibujaba eclipses lunares y sus labios generaban un placentero caos auditivo.
Fingiendo no ser presas de su música, nosotros seguimos nuestro camino. Era fácil no verla pero imposible no oír su voz, hasta cierto punto en que todo volvió a la normalidad, la rutina retomaba su puesto, la (im)pureza sonora regresaba... Mi acompañante demandaba saciar su sed y yo no pude decirle que no; tampoco podía negarle el hecho de que volveríamos a recorrer esa avenida, alguna que otra tarde, para reencontrar aquella voz.

Nicolino
12/09/10